"Va mi espada en prenda, voy por ella"
- Leopoldo Silberman
- 3 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Es una nota curiosa el hecho de que el primer presidente de una nación sea conocido por su seudónimo y no por su nombre, pero eso es algo que en un país como México puede ser el pan nuestro de cada día. Nacido en Tamazula, Durango, Guadalupe Victoria fue bautizado por sus padres Manuel Fernández de Victoria y María Alejandra Félix Niebla con el nombre de José Miguel.
Habiendo quedado huérfano en la adolescencia, este joven se mudó con su tío Agustín, párroco del lugar, quien se hizo cargo además de los otros hermanos Fernández Félix, Gertrudis y Francisco. Sin embargo, José Miguel pronto abandonó su pueblo natal para probar suerte en la ciudad de Durango, donde ingresó al Seminario y, más tarde, al Colegio de San Ildefonso, mismo que abandonaría en 1811, a los 25 años.
Movido como muchos otros jóvenes por el deseo de incorporarse a la lucha por la independencia, es aceptado en las huestes de José María Morelos y Pavón, al lado del cual lucha en el famoso sitio de Cuautla. No obstante, su fama viene de las acciones de armas del 25 de noviembre de 1812 en Oaxaca, donde el joven militar, al frente de las tropas insurgentes, se detiene frente al río Jalatlaco, barrera natural que les impedía la toma de la plaza y, frente a todos sus hombres desenvaina la espada, la lanza hasta el borde contrario y grita: “¡Va mi espada en prenda, voy por ella!”. Acto seguido, se avienta al agua y atraviesa el río a nado, seguido por la muchedumbre que reconoció en él a un líder. Al haber resultado exitoso el asalto, José Miguel decide cambiarse el nombre por Guadalupe, pues era la madre de Cristo la que abanderó a sus tropas y la que habría de conseguirles la victoria sobre los realistas.
Ascendido a general brigadier, marcha con Morelos a Veracruz, donde permanecerá los siguientes años y será derrotado por vez primera en 1815. A la llegada a la Nueva España del virrey Juan Ruiz de Apodaca, Victoria es encargado de emboscarlo, cosa que no logró aunque estuvo a punto de hacerlo. Amo y señor de las tierras veracruzanas, fue derrotado por José Manuel de Armijo en 1817, por lo que debió huir y mantenerse escondido en las selvas veracruzanas.
Victoria presentó cuadros epilépticos desde su encierro en una cueva, de la que salió cuando se promulga el Plan de Iguala, con la intención de dialogar con Agustín de Iturbide. Pero sus propuestas fueron desoídas por el consumador de la Independencia quien, al convertirse en emperador de México, no pensó en Victoria para ningún cargo y menos aún porque sabía de su ideología a favor de la República. Sucedió entonces lo lógico: la administración imperial lo pone preso, Guadalupe Victoria escapa y regresa a Veracruz. Cuando su antiguo enemigo Antonio López de Santa Anna se rebela contra el gobierno de Iturbide, Victoria no duda en secundarlo. El resultado lo conocemos: Agustín I abdica y se proclama la República. Guadalupe Victoria será nombrado primer presidente constitucional de México. El resto es otra historia…

Artículo publicado originalmente en Murciégalo. Revista Cultural del CECC. Abril 26, 2011.
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