top of page

Un hilito rojo

  • Foto del escritor: Leopoldo Silberman
    Leopoldo Silberman
  • 1 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Seguido me sucede que me plagio a mi mismo. Sí, por estúpido que parezca, es tal mi grado de distracción que llego a olvidarme de aquello que previamente escribí. Y como las ideas no dejan de rondar mi cabeza, no es extraño que reescriba un artículo, un cuento o una anécdota. Es esa sensación de eterno déjà vu que no me deja en paz y que me ha hecho creer que ya viví, ya escribí, ya dije algo que apenas estoy diciendo. Y viceversa, evidentemente.

Antes creía que era algo relacionado con la juventud; ahora llego a creer que tiene que ver con la vejez… Lo cierto es que mis detractores (porque vaya que uno tiene detractores en esta vida) pueden pensar que es tan solo una fachada, una careta que me ayuda a hacerme tonto cuando una situación no me es satisfactoria. Pero la verdad, aquí entre nos, es que no invento excusas. Sólo soy distraído.

Es terrible, lo sé. Más aún cuando se tiene un trabajo como el mío. Una chamba que implica recordar cosas: datos, fechas, rostros, estilos, decretos, autores, imágenes, alumnos, personajes, maestros, clientes, amigos… Y estoy empezando a preocuparme. No sólo he perdido el auto en un par de ocasiones (nada grave, por suerte) sino que ahora olvido las llaves, el suéter, la pluma… Olvido firmar al llegar a clase, qué comí ayer, qué zapatos calcé el sábado, qué tenía que hacer al entrar a la cocina…

Y una única duda me asalta hoy: ¿no acaso ya escribí sobre esto? De ser así, discúlpame lector, no ha sido mi intención. Procuraré amarrarme un hilito rojo en la oreja, como decía la abuela. Sólo espero recordar por qué me lo amarré…



Artículo publicado originalmente en Payaso Procaz. Cultura sin pudor, Febrero 12, 2012

 
 
 

Comments


Publicar: Blog2_Post

©2019 by leopoldosilberman. Proudly created with Wix.com

bottom of page