Réquiem por una lap
- Leopoldo Silberman
- 29 jun 2020
- 2 Min. de lectura
“Quizás es tiempo de que cambie de lap”, me dije luego de intentar por más de 25 minutos que mi querida amiga encendiera. No es que tuviera alguna enfermedad crónica: es que sus cables, conexiones, recovecos, sus órganos vitales, ya fallan. Desde hace algunos meses me di cuenta: la pila murió dejándonos desolados. El cable ha sido sustituido una y otra vez y reparado al menos cinco veces. Su disco duro un día se detuvo, así sin avisar, como un infarto, como un derrame. Y pasé de un sistema operativo a otro y perdí mucha información que, evidentemente, no respaldé. Porque uno no está nunca preparado para la tragedia hasta que ésta acontece.
La primera vez que murió el disco duro lloré, pues perdí al menos dos mil fotos y buena parte de mis documentos. En esta ocasión, sólo lamente una sesión de fotos que tomé en una de las haciendas de Santa Anna, en Veracruz. Tendré que volver al sitio.
Pero ahora se presentaba mi vieja amiga más entumecida que de costumbre, más renuente a trabajar, más indispuesta, cerrando sus ojos súbitamente, apagándose sin avisar, negándose a seguir adelante. Tal vez quiere jubilarse, retirarse voluntariamente.
A Gedovius le causa inquietud la tecla que anda suelta desde principios de este año: una traviesa ALT que bailotea por el teclado burlona, ufanándose de su libertad adquirida por voluntad propia mientras sus hermanas, atadas entre sí, la observan con recelo. Y el gato juega con ella, se torean, se provocan mientras yo intento terminar los textos cada vez más interminables.
Hoy escribo desde su sustituta, aquella que ha llegado para concluir esa pieza dramática que está empezada, esa novela de la que hay apenas un capítulo, esa planeación que debe estar lista mañana, ese examen que aplico en unas horas. Y mi vieja laptop verde sonríe, chimuela, mientras cuidadosamente la quito del escritorio, la abrazo y la guardo en su mochila café, su compañera de aventuras, su protectora. Cierro los ojos y le agradezco una vez más su fidelidad y los años que sirvió a mi causa sin protestar; fue una incansable guerrera de las letras a la que recordaré toda la vida y que hoy puede descansar: he de llevarla al médico, limpiar y arreglar sus partes y darle una vida más tranquila, quizás únicamente como observadora de este trajín de letras del que un día ella fue parte.

Publicado originalmente en LetrasExplícitas.mx, Mayo 5 de 2014.
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