top of page

Otros errores

  • Foto del escritor: Leopoldo Silberman
    Leopoldo Silberman
  • 28 jun 2020
  • 2 Min. de lectura

Justo hace un año pensé, un día como el de ayer, 8 de junio, que me estaba dando un infarto. Tantas veces dije -tan sólo por decir- que moriría antes de los treinta y cinco, que era lógico que una contractura en el omóplato, un dolor extremo en el brazo y una inusitada taquicardia me hicieran pensar que debía ser hospitalizado justo en el día de mi cumpleaños. Y en efecto, en urgencias se limitaron a regañarme por no haber ido cuando comencé a sentir los síntomas (horas antes) y a inyectarme un relajante muscular, tras recomendarme que dejara de estresarme.

La desvelada por el cumpleaños de mi amiga Lala la noche anterior, el susto por la hospitalización de Val tras un aparatoso accidente del que nos avisaron horas después y el encuentro inesperado con Pepe en la misma zona de emergencias, aunados a la carga de trabajo y emocional que tenía en esos días, habían hecho de mí un manojo de nervios. La anécdota de mi supuesto infarto todavía me hace reír, aunque en su momento me asustó en demasía.

Finalicé mis treinta y cinco con muchas experiencias adquiridas. Es indudable que he aprendido mucho más en este último año que en las tres décadas y media que le anteceden. Posiblemente la razón estribe en que quise aprender de mis propios errores, cosa que antes nunca hice. La voluntad de arreglar tus propias estupideces y hacerte responsable de tus propios actos es algo que rara vez logramos; hoy al menos me encuentro en camino y disposición de lograrlo.

En mi caso, a cada rato equivoco el camino: me pierdo en senderos sinuosos y aterradores y regreso, como Hansel y Gretel, siguiendo un rastro efímero de migas. Doy cinco pasos adelante y tres atrás, dudo de mi proceder y mis palabras y de pronto me percato de que una vez que he dicho algo, que he pronunciado esa idiotez que intuía me traería problemas, efectivamente caigo de nuevo y vivo las consecuencias de mis actos. En términos coloquiales: la cago.

¿Cuántas veces están dispuestos los otros a perdonar nuestros errores? ¿Qué tanto lo hacemos nosotros mismos? No lo sé. Quizás es necesario acostumbrarnos a caer, a levantarnos y a caer de nuevo, esperando lograr nuevos resultados con procedimientos diferentes.

El sábado se casó Mónica, mi prima, luego de haber vivido ya, como yo, un matrimonio fallido. Sonriente confesaba estar muy feliz luego de haberla regado tanto tiempo. Aprendemos de nuestros errores, primo, me dijo, mientras le guiñaba un ojo a su marido.

Me dio gusto verla reír, verla bailar, cantar, susurrarle algo a él al oído. Sé que tiene razón. Sé que nunca es tarde para comenzar de nuevo y tratar de enmendar los errores. Cometeremos otros, quizás, pero siempre intentaremos volver al camino correcto.

No sé si viva noventa años pero sí sé que no morí a los 35. Que viviré años más y trataré en la medida de lo posible, de aprovechar el tiempo.



Publicado originalmente en LetrasExplícitas.mx, Junio 9 de 2014.

 
 
 

Comments


Publicar: Blog2_Post

©2019 by leopoldosilberman. Proudly created with Wix.com

bottom of page