Necesidades últimas

Necesito una máquina de escribir. Una máquina mecánica, de aquellas que existían cuando era niño. Una máquina pesada y rudimentaria en la que tenga que enfrentarme noche a noche con la blancura más espesa de una hoja. Necesito regresar al golpeteo de las teclas rebotando en la habitación a media luz. Necesito escucharlas rompiendo el silencio de la noche. Y enfrentar mis demonios más allá de los distractores propios de la modernidad. Enfrentarme a mí mismo en un duelo. Un duelo en el que las nubes se disipen. Un duelo en el que caiga herida mi cerrazón, en el que triunfen las palabras que luchan por salir desde el inicio del día. Desde el inicio de los tiempos. Tuve una máquina azul, pesada, que perteneció a mis padres. Y fue duro domarla. Sé que tampoco fue fácil para ella acostumbrarse a la frenética cabalgata de mis dedos ansiosos. Y nos acostumbramos a seguir un mismo camino, a llegar a la misma conclusión. A terminar la idea antes de que la campanilla me indicase el fin del renglón, la abrupta caída a un abismo de palabras interrumpidas, violadas por un guión desdichado y agresivo. Nos volvimos uno mientras escribíamos esas pequeñas cosas que pasaban en un tiempo que no volverá. Que desapareció en un abrir y cerrar de ojos dejándonos a merced de máquinas que todo consumen, que todo tienen, que todo exhiben como meretrices caminando en la zona más prohibida de la ciudad más vieja del planeta.

Necesito una máquina de escribir que me arrulle. Que me recuerde que hubo un día en que no podíamos borrar, en que era imposible justificar, en que no había más copia que la hoja aprisionada por el rodillo. Y mis dedos necesitan pulsar con fuerza esas letras indómitas que se resisten, que luchan contra todos nosotros y contra el látigo metálico que, sangrante, las deja de una vez por todas en el papel. 

Y…necesito alguien que pase todo a word.

Publicado originalmente en LetrasExplícitas.mx, Febrero 25 de 2013.