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Los verdaderos hombres usan barba

  • Foto del escritor: Leopoldo Silberman
    Leopoldo Silberman
  • 2 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

A los veinte años, siendo un mocoso imberbe, comencé a trabajar en el Museo Casa de Carranza. Tener cara de escuincle y pretender que te respeten no es cosa fácil: de ahí que me dejara crecer la barba y el bigote. Al principio había algunos huecos, espacios carentes de un vello naciente y delgado que poco a poco comenzaron a cubrirse haciéndome ver un poco mayor. Mi padre, quien siempre usó un mostacho tupido y abundante, solía señalar que un hombre sin bigote es “como un huevo sin sal”; yo en lo particular creo que es necesario el binomio bigote-barba pues, de lo contrario, el susodicho puede parecer proxeneta setentero de Harlem…

Y es que portar una sana y cuidada barba no sólo trae beneficios estéticos, como alargarnos la cara si somos cachetones o hacernos parecer “más interesantes” (eso si no tienes cara de idiota porque, de ser así, no hay remedio). No: la barba además conlleva un halo de sabiduría propio de los hombres maduros. Qué digo maduros: de los verdaderos hombres. Sin la barba, Venustiano Carranza hubiera sido apenas un viejo gordo en traje semimilitar; Francisco I. Madero no pasaría de ser un chaparrito medio pelón que hablaba con espíritus; Maximiliano de Habsburgo hubiera sido un prognata cualquiera sin un ápice de personalidad y Hernán Cortés no hubiera tenido el punch necesario para impactar al mismísimo Moctezuma II.

Para personajes como Miguel de Cervantes, Charles Darwin, Julio Cortázar, Karl Marx, Ernest Hemingway, Lev Tolstoi y Charles Dickens, la barba era tan característica que sería difícil imaginarlos sin la misma. ¿Influyó en la escritura de sus obras? Definitivamente no, pero es posible que la usaran para calmar sus nervios. ¿Que cómo sé eso? Porque a mí en particular, pasar las yemas de los dedos por la barba me ayuda a pensar.

Hace dos meses aproximadamente, decidí ya no rasurarme. No hubo alguna razón de por medio: simple y sencillamente un día sucedió. Dejar que la barba siga su cauce indómito sin la intimidante acción del rastrillo es algo que nunca había hecho. Y el candado habitual se convirtió en una ligera barba que, con el paso de las semanas, ha oscurecido, engrosado sus filas y extendido sus alcances. Al principio nadie lo notó, hasta que un día comenzó a ser más evidente. Fue cuando comenzó el aluvión de preguntas y comentarios:

Y… ¿por qué la barba?

Esa barba, ¿qué?

Pareces náufrago…

¡Ey! ¡Me late! Qué hipster…

¿Te la dejarás como Marx?

Pareces leñador…

Ay Polo… Tú y tus barbas…

¡Uórale!… Se siente pachona tu barba…

No, pues no. No me late… te veías mejor antes.

¿Y ese look de anciano?

Pareces Santa Claus…

Muchos de los personajes más destacados de la Historia han portado dignamente una barba. Ya sea por moda, por gusto, por inercia, por necesidad o porque sí, los hombres han usado vello en la cara durante siglos. La pregunta simple es: y si yo uso barba, ¿a ti qué?Acostumbrada la sociedad mexicana a los lampiños, cualquier asomo de barba o bigote es relacionado con lo “raro” o “lo rebelde”. Hace unos días platicaba con un buen amigo cubano (de pasado guerrillero) sobre la extensión de mi barba; al preguntar cuánto más crecería, se me ocurrió decirle que, como decían Fidel y Ernesto, “la barba sigue hasta que la Revolución triunfe”. No me había percatado de la presencia de un profesor que nos observaba asqueado, como si hubiera yo descubierto la receta del vómito con queso. “Tranquilícese profesor, es broma”- señalé frunciendo el ceño sin dar crédito a la cerrazón de algunos.

Sí: traeré la barba hasta que se me pegue la regalada gana pues, hasta donde sé, no afecta a nadie. ¿Acaso yo critico a los lampiños-cara-de-nalga? No. No lo hago ni lo haré. Hoy más que nunca creo que los hombres, los verdaderos hombres, usan barba.Además, hice una apuesta y pienso ganarla…

He aquí otros barbados famosos:

Fidel Castro

Ernesto “Ché” Guevara

Nicolás II de Rusia

Sigmund Freud

Guiseppe Verdi

Abraham Lincoln

Sir Walter Raleigh

Leonardo Da Vinci

Platón

Sócrates

William Shakespeare

Miguel Ángel

Marco Polo

Osama Bin Laden

Carlomagno

José Garibaldi

Bakunin

Robinson Crusoe

Galileo Galilei

Obi Wan Kenobi

Gandalf

Napoleón III

José María Velasco

Gerardo Murillo, “Dr. Átl”

Vincent Van Gogh

Albus Dumbledore

Merlín

Mister Miyagi

Cristo…

y Chuck Norris.



Artículo publicado originalmente en Payaso Procaz. Cultura sin pudor, Noviembre 13, 2012.

 
 
 

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