Homo Kosmopólitees
- Leopoldo Silberman
- 30 jun 2020
- 2 Min. de lectura
Escuchando la Rapsodia en Azul de Gershwin uno piensa en Nueva York, supuesta capital cosmopolita del mundo moderno. Sin embargo, he decidido demostrar que la ciudad de México, y más específicamente, el Centro Histórico, le disputa el título a la casa de la estatua de la Libertad.
Utilicemos la geografía: hay gente del norte, del sur, del este y del oeste; altos, chaparros, flacos, gordos, mujeres, hombres, homosexuales y travestis; mexicanos y extranjeros, y entre estos últimos hay españoles, chinos, coreanos, argentinos, franceses, italianos, “gringos”, árabes y judíos, entre otros que no menciono porque no me los he encontrado últimamente. Por otra parte, dado que cada Estado es un mundo apartado, hay yucatecos, sonorenses, oaxaqueños, tapatíos, veracruzanos, poblanos, chiapanecos, nayaritas, colimenses, morelenses, guerrerenses, queretanos, zacatecanos, etcétera, etcétera, etcétera.
Lo que menos hay son capitalinos. Prueba de ello es la soledad de las calles en los periodos vacacionales, en los puentes y fines de semana feriados. Si bien muchos corren a las playas, balnearios y chapoteaderos, la gran mayoría van a visitar a sus familiares en provincia. Entonces, aquellos afortunados que nos quedamos, podemos caminar por todas las calles sin necesidad de tropezar con el duraznero de Isabel la Católica y República del Salvador, la señora de las veinte bolsas —su bolsa de mano, la bolsa del suéter, la del lonche, la de las cosas que compró, la de los pañales del nieto, la del super, y la bolsa de los duraznos que compró en la esquina anterior— ; de toparnos con el borracho tirado, el policuás y su torta (compuesta, por supuesto) y la marcha, derecho constitucional, de los maestros, los policías, los burócratas, campesinos, estudiantes y porros destructores.
Pues no. La ciudad está sola, y como premio adicional trabaja la Secretaría del Viento eficientemente, regalándonos el cielo más azul de toda la República. No obstante, como casi nunca en el año hay vacaciones, nos queda de consuelo el domingo, que tiene sus pros y sus contras: entre los primeros está lo expuesto en el caso vacacional, la entrada libre a los museos, la disminución del tráfico y el ligero descenso en la cantidad de vendedores-invasores-semifijos de las aceras y anexos. Entre los segundos está… que cierran la juguería-licuadería de Isabel la Católica y Mesones, donde preparan un agua de naranja, impúdicamente sublime.
Para concluir la demostración del cosmopolitismo del Centro Histórico basta un ejemplo: yo. Capitalino de nacimiento; guanajuatense-egipcio-ruso-rumano de origen; que gusta de la música vienesa, la comida española, la literatura iberoamericana, la cocacola yanqui, los helados italianos y los cafés de chinos. Que celebra el día de muertos y no es socio de Santaclós… En fin, a sabiendas de que la adopción de otras costumbres no demerita el profundo amor a lo propio, a la patria y a la historia de mi ciudad, soy orgullosamente un homo kosmopólitees. ¿Y usted?

Artículo publicado originalmente en Ritos y Retos del Centro Histórico, año V, no. 22, oct-nov 2003.
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