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  • Foto del escritorLeopoldo Silberman

Don Porfirio

A mí me cae bien don Porfirio. Lo digo abiertamente, a sabiendas de que caerán sobre mi cuello los vampiros sangrientos del oficialismo posrevolucionario. Me cae bien porque trato de entenderlo, porque intento día con día adivinar su pensamiento y repensar sus acciones, porque trato además de ponerme un poco en sus zapatos (que debieron ser botas) y me imagino qué pudo haber sentido esa tarde en que abandonó el país para no volver nunca. No quisiera morir lejos de casa.

Antes de que me juzguen, quiero decir en mi favor que no es sólo Porfirio quien me inquieta: son todos esos pobres que habitan el limbo mexicano y a quienes hemos colgado etiquetas de malos y traidores. A algunos los veo a diario, colgados en el muro de la sala con sus rostros adustos y sus tiesísimas poses del siglo XIX y sus negros pasados que a veces no son negros, sino grises, verdosos, azules o morados. Pobres de ellos que han sido olvidados por nosotros o, lo que es mucho peor, recordados aún hoy en día con ira y con recelo.

Me sucede a menudo, cuando menciono el nombre de Porfirio, que hay quien le tiene aprecio o al menos lo respeta. Me ha pasado también que al mencionarlo yo mismo he sido enviado directamente al limbo y a veces al infierno. ¿Cómo me atrevo yo –dicen– siquiera a mencionarlo si es tan sólo un tirano, un dictador tan cruel que sólo se compara con Atilas y Hitlers y Pinochets y Gengis y tantos otros malos de esos que en este mundo abundan?  Y una vez me pasó que dije, más por hacer la charla que por cualquiera cosa, que estaríamos mejor con don Porfirio (lo dije, aclaro a usted, al escuchar que dos docentes se quejaban del mundo) y sólo eso bastó para que se corriera la voz de que yo era conservador, panista, porfirista, amigo de Iturbide, corifeo de Santa Anna, primo de Victoriano, mocho colonialista, burgués empedernido, hijo de Adam Smith y pariente de Nixon.  

"Pero soy liberal, como lo era Porfirio y como don Benito..."

Y aunque parece broma (y entiendo que usted lector llegue a pensar que así es) varios de mis colegas profesores me descalificaron por ese comentario (tan bobo e inocente) y nunca más fui visto como un historiador "confiable"… Imagínese usted... Y es que pasa con Díaz que es malo defenderlo, es pecado mortal decir "oye, esto no estuvo mal, en esto y en esto otro tuvo un acierto el viejo". No, no, no, no.

NO LO HAGAN.

No a menos que deseen vivir mi propia suerte y compartir el limbo, ya no del personaje sino del "partidario". Sería bueno estudiarlo, conocer qué pensaba, saber de sus errores, sus vicios y defectos pero también reconocer en él al general que defendió al país en una guerra injusta, que peleó por su tierra, su Oaxaca y que aprendió a rodearse de gente inteligente. Reencontrarnos con él en estas calles, en estos edificios, en palacios y teatros de su orden y progreso.

Sería bueno pensar, tan sólo unos minutos, que no era bueno o malo, que era como nosotros pero en otro contexto.Al menos por mi parte, procuro no juzgar ni a uno ni a otro bando pues yo no sé que haría si me encontrara ahí, lidiando con un mundo más difícil que el nuestro. Además porque sé que nada he de ganar si sigo con la idea del malo, malo, malo y el bueno, bueno, bueno.

Pero eso pienso yo.

Decida usted el resto.



Publicado originalmente en Área de No Leer, octubre 20 de 2016.

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