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Cultura... ¿qué y por qué?

  • Foto del escritor: Leopoldo Silberman
    Leopoldo Silberman
  • 30 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Sin proponérmelo escuché, hace no mucho tiempo, la conversación entre dos universitarios, en las inmediaciones de la máxima casa de estudios; hablaban de la cultura y de cómo ellos eran, según sus propias palabras, personas “cultas”, a diferencia “del resto” de la población. Las razones que los hacían distintos era que ellos gustaban de ir a la cineteca a ver películas “de arte”, iban al Zócalo a todos los conciertos masivos y leían, de vez en cuando, libros sobre el socialismo y la revolución cubana, además de gustarles la trova. Al ser interrogados al respecto, un grupo de estudiantes del mismo nivel, pero de distinta institución, se refirió a la cultura como un todo, que incluía saberes, deberes y costumbres. ¿Eres una persona culta? fue mi siguiente pregunta, y lo que obtuve por respuesta fue, en casi todas las ocasiones, un sí algo inseguro, pues el concepto, confesaron, les intimidaba. Y es que la palabra cultura amedrenta a cualquiera, pues es un concepto tan amplio que es común incurrir en imprecisiones. Clasificamos a las personas según sus gustos, los lugares que frecuentan y sus aficiones; de ahí que algunos limiten la cultura a un círculo cerrado, aburrido e inalcanzable o bien crean que todo evento es cultural, sea del tipo que sea. Creo que ambas concepciones son erróneas o, cuando menos, limitadas.

La cultura es un conjunto de elementos que una sociedad crea para diferenciarse de otra; de ahí que la lengua, las artes, las instituciones, las ciencias, el derecho, la moral y demás costumbres o creencias aprendidas por el ser humano, en cuanto ser social, constituyan la herencia “cultural” que el hombre heredará a sus hijos y nietos. Siendo así, podríamos decir entonces que todo, absolutamente todo, es cultura, desde la mera función de comer con cubiertos o de cerrar la llave del agua tras su uso. Entonces, ¿a qué nos referimos con “cultura”, como ese todo inalcanzable o ese concepto que implica a las masas? Nos referimos al proceso ulterior, a la etapa en que el género humano es más consciente de su pensamiento abstracto, de su capacidad de creación y de admirarse ante la creación llevada a cabo por sus congéneres.

Los jóvenes… ¿se acercan realmente a la cultura? Muchos sí, y lo hacen totalmente conscientes de su papel en la sociedad y de la necesidad que tienen de asimilar su herencia, su diario acontecer. Otros tantos no lo hacen, quizá por ese miedo que se tiene al saber, al atreverse a ser parte del proceso evolutivo del hombre. No basta ir a Coyoacán, hablar de que se es culto, sentirse y vestirse como si se fuera culto y decir palabras rimbombantes que talvez impresionen a uno que otro incauto. Hace falta, para ser culto, cultivarse, pues la misma etimología de la palabra nos remite al acto de crecer, como lo hace el reino vegetal. Y no hay mejor manera para hacerlo que leyendo, comentando, observando, degustando, entendiendo, viviendo… viviendo de verdad, no sólo tomando nuestro papel cultural como un evento “de sociales”, algo chic, algo que está de moda. No ira a la cineteca sólo “porque todos van”, ni hablando del socialismo “porque todos lo hacen”, ni asistiendo al masivo “porque lo promueven las instancias culturales”… cada acción que llevemos a cabo, que nos convierta en verdaderos seres culturales, debe ser encaminada a dar, a la semilla que nos dieron socialmente, el abono, sol, agua y cuidado necesario. Es nuestro patrimonio. No lo echemos en saco roto.  



Artículo publicado originalmente en el suplemento “Generación M” de Milenio Diario, no. 6, 31 de marzo de 2006

 
 
 

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