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Crónica del México que fue: la Acequia Real

  • Foto del escritor: Leopoldo Silberman
    Leopoldo Silberman
  • 30 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

No hace mucho tiempo fue derribada una construcción, sobre la calle de la Corregidora, que servía de refugio de vendedores ilegales y heces fecales caninas. Dicho mamotreto databa del insigne y mal recordado año de 1982 y no era más que una burda imitación de la Acequia Real, “calle de agua” que corría por esos lares desde los tiempos previos a la conquista de Tenochtitlán. Al establecerse el gobierno virreinal se le impuso el término Real. Y realmente fue muy importante ya que servía a través de ella circulaban embarcaciones que, desde las lejanas tierras de Xochimilco y Chalco, abastecían de todos aquellos víveres indispensables para el sostenimiento de los habitantes de la urbe.

Sin embargo, como sucede con todas las vías acuáticas, el problema principal era la higiene y las acciones gubernamentales insuficientes: hacia 1715, Miguel Diez de la Mora, corregidor de la ciudad, informaba al virrey duque de Linares que los ocho mil pesos destinados a la limpia de la Acequia Realno eran suficientes para concluir los trabajos,[1]fenómeno que se repetía año con año. Otro grave problema eran los puentes que la atravesaban: ejemplo de ello fue el del Real Palacio, que se había hundido hacia 1723 impidiendo con ello el tránsito de las canoas y deteniendo el abasto de la Alhóndiga. Elentonces virrey, marqués de Casafuerte, ordenó la fabricación de otro puente “por lo muy necesario que es así”.[2]

Dado que la sociedad siempre estuvo plagada de vivales, se mandaron poner estacas para detener a toda embarcación que no pasara por la Aduana. Por consecuencia, estos sitios se llenaron de fango, convirtiéndose en verdaderas ciénegas. La solución fue cambiar dichas estacas por una viga con cadenas[3] (tal y como se realizó en el llamado “Canal de la Viga”). Las aguas estancadas constituían un verdadero peligro para la sociedad, por lo que el virrey de Croix decretó en 1768 que se destinaría una competente partida de presidiarios para que limpiasen las acequias, pues comprendía que la falta de higiene “será la causa de las continuas fluxiones que se padecen, y aún que acarrearía muchas enfermedades”[4]. A esto podemos agregar que la gente no tenía conciencia (¿la tiene hoy acaso?) de lo dañino que resultaba contaminar el agua: en 1787 la administración de la Catedral se quejaba de que los mozos lavaban caballos y mulas en la acequia, lugar donde ellos solían ¡lavar las pieles de una curtiduría de su propiedad![5]

A estos padecimientos se sumaban las continuas inundaciones que sufrió la ciudad de México, lo que obligó a las autoridades a construir barreras que impidiesen que el nivel del agua se elevara. Así mismo, se revisaba que los puentes funcionaran óptimamente, pues era común que estuvieran carcomidos, cuarteados o con las tablas podridas.[6] Hacia el siglo XIX la situación no cambió del todo: en febrero de 1847, además de enfrentarse con el invasor estadounidense, el gobierno debía disponer de fondos para limpiar la Acequia Real y otros canales, pues era “notoria la urgente necesidad que hay de tomar algunas medidas radicales para evitar a la capital una inundación en la estación de aguas”.[7] Y así pasaron los años y el problema persistió. Fue hasta el régimen de Porfirio Díaz que se inauguró el Gran Canal, desagüe que habría de solucionar definitivamente las continuas inundaciones. La Acequia Realsiguió funcionando, aunque cada vez con menos caudal. Pero un buen día las autoridades decidieron cancelarla, secar sus aguas y volverla transitable para autos y personas. Remedos lopezportillistasquisieron revivirla, con un resplandor que quizás jamás tuvo. La Acequia Real no era ese gran bloque de piedra roja, símbolo artificial de un México malentendido. Era sólo una calle de agua, de esas que atravesaron de un lado a otro la ciudad, de esas que nos recuerdan el México del pasado, el que hemos olvidado, el México que fue.



Artículo publicado originalmente en Ritos y Retos del Centro Histórico, año VII, no. 31, ene-feb 2006.



[1] Archivo Histórico del Distrito Federal. Archivo Municipal del Ayuntamiento (en adelante AHDF-AMA). Ramo Ayuntamiento, sección Ríos y Acequias 1654-1743, vol. 3871, leg. 1, exp. 14, 13 fs., foja 1.

[2] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Ríos y Acequias 1682-1794, vol. 3716, leg. 1, exp. 18, 11 fs., fojas 1-2.

[3] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Ríos y Acequias 1744-1774, vol. 3872, leg. 2, exp. 66, 44 fs., fojas 11-12.

[4] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Ríos y Acequias 1744-1774, vol. 3872, leg. 2, exp. 78, 48 fs., foja 1.

[5] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Ríos y Acequias 1775-1790, vol. 3873, leg. 3, exp. 166, 1fs., foja 1.

[6] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Puentes 1682-1794, vol. 3716, leg. 1, exp. 60, 12 fs., foja 1.

[7] AHDF- AMA. Ayuntamiento, Ríos y Acequias 1847-1850, vol. 3879, leg. 9, exp. 385, 57 fs., fojas 1-2.



 
 
 

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